sábado, 26 de julio de 2008

La Cerveza, un recorrido interminable..



En la Argentina cuando pronunciamos la palabra cerveza la primera idea que nos viene a la mente es un líquido traslucido de color amarillo, con algo de espuma y portado por una botella color ámbar de un litro. Casi siempre imaginamos que esta bebida está helada y va acompañada de vituallas tales como palitos salados, maníes o papas fritas de copetín, cuando no de una pizza desbordante de muzzarella derretida. Esta visión, y mucho más su realización, constituye un placer inefable que desde hace más de un siglo se disfruta en América desde el Ártico hasta la Antártida. Por supuesto que no refutaremos el sabor del encuentro que produce una botella de cerveza “lager del tipo pilsener” alrededor de la que se desarrolla la conversación y la amistad. Sin embargo el placer de la cerveza no termina en las suculentas viandas citadas y bebida descripta. Basta decir que solamente en un país tan pequeño como Bélgica existen 400 tipos diferentes de cerveza, a las cuales debemos sumar las variedades alemanas, inglesas, bálticas, etc. Este abanico de posibilidad tiene múltiples características. Por ejemplo podemos mencionar algunos colores sin aproximarnos ni remotamente a todas las gamas, como el amarillo tenue, el dorado contundente, el trigo blanquecino, el ámbar profundo, el naranja traslucido, el rubí intenso, marrón chocolate o el negro absoluto. Sin embargo el color no lo es todo en la cerveza, esta la graduación alcohólica, que puede ir de los débiles 2º hasta los temibles 25º; el amargor, que se manifiesta de lo imperceptible hasta niveles francamente rudos en cuanto a cantidad de lúpulo por litro de cerveza; el método de elaboración que conjuga millones de secretos que cada maestro cervecero utiliza de acuerdo a su receta y objetivos; el tipo de levadura, compuesto por una cantidad indeterminable de las frutadas y templadas “Ales” y otro tanto de las límpidas y gélidas “lagers”; los ingredientes utilizados que van de la malta de cebada a la de trigo pasando por las de sorgo, centeno y maíz, además otros adjuntos como el arroz , el mijo, las frutas, el chocolate o el ají; y otros factores inabarcables. La cerveza, para aquellos que nos perdemos en la inmensidad de sus múltiples variedades y nos atrevemos a elaborarla artesanalmente en casa, constituye una pasión y un tema de conversación interminable que difícilmente podamos agotar en este artículo. Sin embargo si debiéramos buscar un factor común a todas cervezas, es el que describo al principio del artículo; la posibilidad de compartir el elixir de la Diosa Ceres entre amigos o en la intimidad con la persona amada. Y es en estas circunstancias en la que encontraremos una cerveza para cada ocasión, cada propuesta gastronómica y social. Las ostras, los mariscos, la pizza, las hamburguesas, los quesos suaves y maduros, los encurtidos, las carnes asadas y de caza, el pescado, el pollo, otros manjares y miles de recetas que ahora no llegan a mi mente, e incluso el chocolate y los postres tienen una buena cerveza con la que vale la pena acompañarlos. También podemos decir que hay cervezas aptas para tomar descalzos en la playa, las de elegante sport o las que son recomendables para beber con ropa de noche en la cubierta de un crucero sustituyendo airosamente a una copa del mejor champagne. Las hay económicas como las que se compran en el almacén de la esquina, y también las de precios exorbitantes como la “Chimay Gran Crú” que a madurado 10 años en la oscuridad de una abadía. Está en nosotros adentrarnos en este placer y descubrir las sutilezas. En El Viejo Hobbit le ofrecemos humildemente las variedades de “Cerveza Artesanal” que bien acompañan nuestra Fondues, Tablas de Quesos y Fiambres, y tortas ; pero los incitamos a que las prueben todas las cervezas, si es recorriendo los caminos que los llevaran a los países y rincones del mundo que las producen, mejor aún.

Olo Brandebur

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