sábado, 11 de agosto de 2007

El Chocolate, fruto de los dioses.


Pocas cosas evocan tanto el sentido del placer como nombrar esta mágica palabra: chocolate. Ni hablar si, en vez de pensar en él, nos dejamos sucumbir ante un suave y terso bombón que se nos derrite lentamente en la boca y provoca esa inexplicable sensación de bienestar, de calor, de aromas afrodisíacos, que nos elevan por un momento al mundo de los dioses.
Lo cierto es que el cacao es el placer más dulce, detrás de su famoso sabor se esconden numerosos secretos; desde su origen, pasando por sus cualidades beneficiosas para el corazón hasta sus propiedades nutritivas. Es una gran fuente energética y un aliado en los momentos bajos.
Al igual que el vino, contiene fenoles antioxidantes que protegen al organismo de enfermedades cardiovasculares. Estas sustancias combaten los radicales libres y retrasan los procesos de envejecimiento celular.
El consumo moderado 2 ó 3 veces a la semana, previene las enfermedades del corazón siempre y cuando la persona no sea obesa. Es el precursor de la serotonina cerebral. En el cerebro el triptófano, se transforma en serotonina, lo cual confiere al que se comió el chocolate una sensación de tranquilidad y sedación placentera.
Un poco de historia
El cacao es una fruta de origen tropical con la que se produce el chocolate. Sus orígenes probablemente sean más antiguos de lo que se puedan imaginar, ya que hay remontarse 2500 años atrás.
Según la mitología tolteca Quetzacoatl, la serpiente emplumada, dios de la felicidad pacífica y jardinero del paraíso en que vivían, enseñó a los primeros hombres a cultivar el Cacahuaquaitl, árbol de cuyas semillas tostadas y trituradas procede el chocolate.
Dioses y emperadores de nombres más o menos impronunciables se sucedieron rodeando siempre el cultivo del árbol y la cosecha de los frutos mágicos ceremoniales incluidos sacrificios humanos a cargo de los sacerdotes.
Con sus habas maduras y tostadas preparaban la bebida energética reservada al emperador, nobles y guerreros. Cuenta Bernal Díaz de Castillo, cronista de Hernán Cortés, que a Moctezuma le servían una bebida de cacao en copas de oro. Y agrega tímidamente “que decían tenía una virtud para tener trato con mujeres.”
Tal vez por eso, según el cronista citado, a falta de vino, algunos españoles comenzaron a beberla si mayor entusiasmo, descubriendo “que cuando se la ha bebido se puede viajar todo un día sin fatiga y sin tener necesidad de alimentos”. Amarga y picante, no resultó particularmente atractiva al paladar de los conquistadores. Claro, el tchocolatl, tal como lo preparaban los indígenas, se aderezaba entonces con una de las tantas variedades de nuestro familiar ajicito de la mala palabra…
Destruida Tenochtitlán en 1521 y ya instalada la joven colonia en México, las religiosas de un convento de Oxaca pusieron a punto deliciosas nuevas recetas mezclando el chocolate con azúcar, vainilla y a veces canela y anís.
A partir de entonces pasteleros de todo el mundo derrochan talento para crear especialidades sólidas, líquidas o fundentes. Porque con chocolate todo es posible.
Estamos en agosto, y Villa Gesell se viste de chocolate para tentarnos una vez más con este fruto de los dioses; más precisamente el fin de semana largo del 17 de agosto se celebra la “Fiesta Provincial del Chocolate Artesanal”, y es una buena excusa para todos los golosos que podrán sucumbir a las más cuidadas delicias en chocolate y otros dulces, además de disfrutar de espectáculos para grandes y chicos. Por supuesto que allí estará El Viejo Hobbit, participando con su stand y ofreciendo las cosas ricas de siempre y algunas novedades con las que sorprenderlos.

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